Buenos Aires,
llamada por algunos la capital del desencuentro, cantada por otros como la
ciudad de los corazones rotos, o simplemente recitada por ser tan fría como la
escarcha blanca que cae en el sur de este país.
Miles de
personas caminan, como soldados fríos, donde nadie encaja con nadie, veo pasar.
Es claro el vacío que le da esta ciudad, a los entes que se alojan en ella, y a
mí en consideración. La ciudad anhela amor, pero no compañía, al igual que su
población, y más hacía mí…
Necesito
libertad, viviendo entre grises edificios de considerada altura se siente como
un vacío existencial, una presión en el pecho, y solo queda ver las lagrimas
saladas, caer, por mis mejillas, y acabar en el suelo de la forma más dramática.
Solíamos
encontrarnos en el café, ese donde lo nuestro nació, y se volvió historia,
donde, el amor era emanado con cada dulce y, hasta empalagosa, palabra, que
lográbamos pronunciar juntos. Todo se veía como un esplendor, como aquella luz,
que le daba visión al pasillo transitado, al que llamamos vida. Lográbamos
transmitir toda una conversación con solo observar los ojos del otro, al aura
que rodea la pupila. Historia escribíamos, en esa esquina del café, siempre, todos
los días; era usual, casi costumbre, más aún cronograma.
Era más que
claro que nos amábamos, pero, era un amor prohibido para esta ciudad gris a ese
momento.
Fueron días, tal
vez meses, tal vez años, no lo recuerdo, todo fue tan rápido, como el último
suspiro de una persona antes de irse a dormir para siempre, como el último día
de verano antes de que el frío aparezca a arruinar una escena irreal, falsa y
sombría.
En esa esquina
del café, fue donde peleamos en contra de la ciudad, en contra de los
estereotipos, en contra de todo aquellos que pasara en nuestro sendero. Peleábamos
en contra de nuestros propios ideales, creados culpa de la ciudad del
desencuentro, capital del desamparo.
Buenos Aires,
siempre estaba allí, firme, esperando cualquier condición amorosa para
derrumbarla con sus colores pálidos, sus estructuras toscas, y sus tiempos
ajustados.
Y así fue como
sucedió, con la llegada de los pájaros cantantes, las flores llenas de alegría
y el sol atentando contra las costumbres de la gran ciudad. Todo se volvió tan
rudo, incluso el amor.
Nada podía
compararse con la primavera, la estación de los colores chillones y el buen
humor de la gente, todo había cambiado, luego de solo un anochecer.
Todo había echo
un cambio rotundo, tal fue el cambio, que el amor se tornó sombrío, y la esquina
que solíamos ocupar en la zona histórica de Buenos Aires, era ocupada por
trabajadores sin animo de florecer.
El clima se
volvió poco a poco en ese horrendo calor, y la gente pasó de pálida a tostada.
El buen humor, la cortesía, la hospitalidad, y las buenas formas estaban
naciendo nuevamente, como siempre, en esta época del año.
Los días se
alargan, el atardecer se vuelve de ese anaranjado triste, y la luna se llena
para ver caer mis lágrimas.
Cada noche, cada estrella me recuerda, todas y cada
una de aquellas promesas que solías decir. Promesas, no cumplidas, culpa a la
ciudad de los corazones rotos.
Cada amanecer me trae imágenes de tu mano junto a la
mía, las proyecciones futuras juntos en otra ciudad. Y cada atardecer de como
terminó todo.
Hoy me encuentro, bajo el cielo lleno de lágrimas,
sentada, esperando que vuelvas a esta ciudad, esperando que este no sea mi
último suspiro, siempre en el mismo lugar, como lo he prometido.
Tantos años han pasado, pero en la ciudad del amor, la
compañía y las pasiones, te espero aún.
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Lo hice para un concurso, hace mes y medio, y ahora, lo publico, something else? umm, i hope you enjoyed it!
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Lo hice para un concurso, hace mes y medio, y ahora, lo publico, something else? umm, i hope you enjoyed it!
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