miércoles, 21 de noviembre de 2012

Una lágrima, por favor.


Buenos Aires, llamada por algunos la capital del desencuentro, cantada por otros como la ciudad de los corazones rotos, o simplemente recitada por ser tan fría como la escarcha blanca que cae en el sur de este país.
Miles de personas caminan, como soldados fríos, donde nadie encaja con nadie, veo pasar. Es claro el vacío que le da esta ciudad, a los entes que se alojan en ella, y a mí en consideración. La ciudad anhela amor, pero no compañía, al igual que su población, y más hacía mí…
Necesito libertad, viviendo entre grises edificios de considerada altura se siente como un vacío existencial, una presión en el pecho, y solo queda ver las lagrimas saladas, caer, por mis mejillas, y acabar en el suelo de la forma más dramática.
Solíamos encontrarnos en el café, ese donde lo nuestro nació, y se volvió historia, donde, el amor era emanado con cada dulce y, hasta empalagosa, palabra, que lográbamos pronunciar juntos. Todo se veía como un esplendor, como aquella luz, que le daba visión al pasillo transitado, al que llamamos vida. Lográbamos transmitir toda una conversación con solo observar los ojos del otro, al aura que rodea la pupila. Historia escribíamos, en esa esquina del café, siempre, todos los días; era usual, casi costumbre, más aún cronograma.
Era más que claro que nos amábamos, pero, era un amor prohibido para esta ciudad gris a ese momento.
Fueron días, tal vez meses, tal vez años, no lo recuerdo, todo fue tan rápido, como el último suspiro de una persona antes de irse a dormir para siempre, como el último día de verano antes de que el frío aparezca a arruinar una escena irreal, falsa y sombría.
En esa esquina del café, fue donde peleamos en contra de la ciudad, en contra de los estereotipos, en contra de todo aquellos que pasara en nuestro sendero. Peleábamos en contra de nuestros propios ideales, creados culpa de la ciudad del desencuentro, capital del desamparo.
Buenos Aires, siempre estaba allí, firme, esperando cualquier condición amorosa para derrumbarla con sus colores pálidos, sus estructuras toscas, y sus tiempos ajustados.
Y así fue como sucedió, con la llegada de los pájaros cantantes, las flores llenas de alegría y el sol atentando contra las costumbres de la gran ciudad. Todo se volvió tan rudo, incluso el amor.
Nada podía compararse con la primavera, la estación de los colores chillones y el buen humor de la gente, todo había cambiado, luego de solo un anochecer.
Todo había echo un cambio rotundo, tal fue el cambio, que el amor se tornó sombrío, y la esquina que solíamos ocupar en la zona histórica de Buenos Aires, era ocupada por trabajadores sin animo de florecer.
El clima se volvió poco a poco en ese horrendo calor, y la gente pasó de pálida a tostada. El buen humor, la cortesía, la hospitalidad, y las buenas formas estaban naciendo nuevamente, como siempre, en esta época del año.
Los días se alargan, el atardecer se vuelve de ese anaranjado triste, y la luna se llena para ver caer mis lágrimas.
Cada noche, cada estrella me recuerda, todas y cada una de aquellas promesas que solías decir. Promesas, no cumplidas, culpa a la ciudad de los corazones rotos.
Cada amanecer me trae imágenes de tu mano junto a la mía, las proyecciones futuras juntos en otra ciudad. Y cada atardecer de como terminó todo.
Hoy me encuentro, bajo el cielo lleno de lágrimas, sentada, esperando que vuelvas a esta ciudad, esperando que este no sea mi último suspiro, siempre en el mismo lugar, como lo he prometido.
Tantos años han pasado, pero en la ciudad del amor, la compañía y las pasiones, te espero aún.

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Lo hice para un concurso, hace mes y medio, y ahora, lo publico, something else? umm, i hope you enjoyed it!

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